Hay una pregunta que se repite de manera sistemática cada vez que le hablo a algún amigo sobre la reciente publicación de mi novela. La mayoría se interesa por saber si ya había escrito algo antes o simplemente me dejé llevar por un impulso repentino de comenzar a escribir. Yo les digo que, a lo largo de los años, he escrito montones y montones de diarios personales. Eso no cuenta, me responden. Y yo no intento llevarles la contraria.
Pero están equivocados. Sí cuenta, y mucho.
Comencé a escribir diarios con catorce años, y lo hice de forma ininterrumpida hasta los veinticuatro. Cuando echo un vistazo a los primeros apuntes de mi adolescencia veo un montón de información desorganizada, con una ortografía y una gramática propia de esa edad y un estilo muy poco cuidado.
Con el paso de los años, y con el creciente interés por aprender a redactar los sucesos de una forma amena y más correcta, los cuadernos fueron ganando en todos los aspectos. Aprendí poco a poco a estructurar los pensamientos, a organizar la información antes de plasmarla en el papel. Perfeccioné la capacidad de transmitir lo que quería decir y cómo lo quería decir. Escribiendo los acontecimientos del día uno crea conciencia sobre las cuestiones que son más relevantes, y obvia las que no lo son.
Los diarios son vehículos de expresión que aumentan la creatividad y avivan la intuición.
Cuando nació mi hijo, volví a retomar la costumbre de escribir. Pero esta vez el diario iba dirigido a él. Quería dejarle un documento escrito de los inicios de su vida; un reflejo detenido en el tiempo de los progresos y anécdotas de su desarrollo. Fueron ocho años de escritura casi diaria, plasmada con esmero, pues sabía que, algún día, él los leería.
Por tanto, ¿de verdad nunca había escrito antes?
Creo que me he pasado la vida aprendiendo a escribir y no me había dado cuenta.
Escribir una novela ha sido, para mí, un proceso natural e intuitivo, un paso más en el manejo de las palabras, sin los límites de sucesos y personajes reales que no dejan lugar a la imaginación. De pronto podía crear mil aventuras, podía definir montones de personajes, dotarles de personalidad y hablar a través de ellos.
Ha sido una experiencia fascinante que, sin duda, pienso repetir.
Mayte F. Uceda
Creo, Mayte, que tienes toda la razón. No podemos prejuzgar a ningún autor porque no haya escrito alguna novela antes y vos lo demostraste! Los Ángeles de La Torre es una novela excepcional! Espero que sirvas de ejemplo para muchos autores que, hasta el momento, permanecen ocultos!
La descripción de los personajes, las sensaciones y las palabras justas para cada ocasión encantan a sus lectores y los retienen! Espero con ansias tu próxima novela!!
Adri, agradezco tu comentario. Y tienes razón, hay muchos autores ocultos que están luchando por hacerse un hueco dentro del mundo literario.
Afortunadamente, las nuevas tecnologías ofrecen numerosas alternativas para darse a conocer. Yo siempre digo que, en el caso de los autores independientes que no tienen una editorial respaldando su proyecto, el éxito de su obra depende en gran medida de las recomendaciones del lector.
Me alegro muchísimo de que te haya gustado la novela. Es un placer recibir comentarios como el tuyo.
Un abrazo.
Mayte F. Uceda
¿Le escribiste a tu hijo? Yo hice lo mismo!!! Durante su primer año recogí información y elaboré un pequeño librito que le hace mucha gracia. Con la niña ya no tuve ánimo (nació unos días antes de perder a una persona esencial en mi vida) y no me lo ha perdonado.
Es cierto. Antes de una novela hay muchos pasos escritos que se quedan en los cajones. No es algo que surja de repente.
Besos
Otra cosa más que tenemos en común, Mayte. Y tienes razón, no es algo que surja de repente, la pasión por escribir ya existe con anterioridad, tal vez desde siempre. Gracias por comentar.
Un abrazo.